viernes, 16 de marzo de 2012

Alejandro Aura.

1


Fuimos
niños náufragos
de algo.


Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos

nosotros
los timones.


Absurdo es dejar
que el tiempo pasado
nos detenga.

Tenemos la vida toda abierta.


Se comprende
que pueda ser oscura,
pero en las oficinas,
los conventos,
las crujías;
oscura en los libros
o en los consejos,
pero no en la calle.


Porque en la calle se sufre
de hambre,
de frío,
de policías,
pero a la luz,
abiertamente,
mano a mano con todos.


La fe
llueve
en la calle
y anda el amor
juntando
muchachos y muchachas.


Mueren los que no creen
que la vida
se construye
a cada instante
y es hermosa.


Mueran, O sean condenados
a un millón
de latigazos
de esperanza.


Y los que en vida
se casan con la muerte,
y los cobardes
que esperaron la nueva generación
para acostarse con vírgenes,
y los que escriben
de cómo encontrar
para el amor
a la persona justa.


Mueran los que esperan sentados
que el tiempo
lo resuelva todo.

Nosotros
–hablo por mí
y por todos
los que quieran–
menores aún
–comparativamente–
hemos de exceder en estatura
a las estatuas.


Han de venir,
cuando muramos,
quienes crecerán lo doble de nosotros,
hasta que el hombre
alcance
su tamaño de hombre.

Nos importa nuestra vida.


Somos el poema-arma contra todos los estorbos:
los abuelos,
los cánones,
el régimen,
el way of life
que nos imponen;
contra el odio destilado
que vuelcan
en nosotros
los mayores.


Creemos en los hombres
que se abren la camisa,
sin vergüenza,
para que se sepa
bien
con quién se trata.
Somos los dueños
desde la segunda mitad
de este siglo
hasta la muerte.


Somos los inventores del amor sonoro.
Los amantes del amor sonoro.


Arriba, amor,
irrumpe en la calle
y haz lo que te toca.

sábado, 24 de octubre de 2009

Pere Bessó




NON NONETA NON


Dorm, infant,
que ton pare n’és al camp
a collir menta florida.
Tomàs Garcés

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada. ¡Heme a tus pies inerme,
pálido como un pobre niño a mitad de un bosque!
Julio Herrera y Reissig



La noche podría dejar el mantel manchado de tinta invisible y menta para la vuelta a la cena del poema, permitir que las estrellas aflojaran las ramas de cerezos y almendros y experimentaran a nuestra cuenta las estaciones de nuestro sueño con el sueño de los escarabajos peloteros y las luciérnagas.




EL TRÁNSITO DE LA LUZ

¿Aún estás dentro de la luz?
Más allá de la luz, sólo los cuévanos
de luz, oleadas rompientes de luz,
luz penada en la primera materia del cuerpo
que guarda los habitáculos de los nombres
para transgredir las leyes de los sueños
que acechan el definitivo fulgor
en derrama,
la extensión de la piel
surcada por los pájaros de la luz,
como si del cántaro originario
se tractase, la luz desarraigada,
detenida en el canto de las aguas
que busca el pez de luz
para someter el lodo de los labios
i engullir el esqueje iluminado
del deseo que dentro de ti se estanca.





MUJER EN UN OFF HOURS

Habrías de saberlo:
Por mucho que la Carson cante las virtudes
del esposo,
otras ya habían perdido
el limo del bajo Egipto en los entremuslos
o coincidieron con la señora Basho
en el juego de los espejos de la sacerdotisa
de la luna en el lecho solitario
o comiendo castañas y cortaditas
de membrillo en el cuarto de baño
para evitar la sacudida de las noches
marradas en casto maridaje.
No estás precisamente en el sancta sanctorum
de los corazones soltarios,
tú que hasta ahora no habías roto un plato
ni habías dejado de rehacer un puzzle
para la hija que esperabas.
El perfume de tus piernas duerme
y ahí suena la flauta rompediza,
la caña que sana todos los males de la soledad.
Ahí está la seda, la copa de licor estraño
para las bocas de beso generoso.
Ningún reflejo de la impaciencia para las mujeres
sin cita ni horas,
las mujeres de larga madrugada.
La evanescencia dentro o fuera del césped
que nunca saboreaste en el tálamo
sin conturbación ni respuesta.
Cada batalla requiere otro mito.
Sáciate: otra desempolvada Helena.


 gran poeta hermano
no sabia que poemas presentarles  de tantos buenos y agradables poemas
les recomiendo visitar su blog para que conoscan màs de este poeta,
saludos Pere
un detalle, un pequeño reconocimiento a ti
un abrazo.

domingo, 9 de agosto de 2009

RODOLFO USIGLI.




Si quiero por las estrellas

saber, tiempo, dónde estás,

miro que con ellas vas

pero no vuelves con ellas.

¿Adónde imprimes tus huellas

que con tu curso no doy?

Mas ¡ay! que engañado estoy,

que giras, corres y ruedas:

tú eres tiempo, el que te quedas,

y yo soy el que me voy.




Sangre, corres por mis venas,

y piel, en la mía pones

misteriosas sensaciones,

y voz, en mi voz resuenas.

El hueco de que me llenas,

el vértigo a que me lanzas,

los miedos, las esperanzas

en que eres yo sin ser mía,

con la angustia y la alegría

en que yo muero y tú danzas.






¿Cómo eslabonas, vida, con la muerte?
¿Cómo decides el final destino
del que siguió tu acerbo desatino,
del niño que te cortejó sin suerte?

¿Qué le das cuando todo ya le advierte
que ha llegado a un crucero del camino,
que no puede ir atrás, que ningún vino
le valdrá la ganancia de perderte?

Vida, muerte, ¿qué importa? Las gemelas
se incrustan en la carne igual que puntas
lanzadas por un arco, paralelas.

Si vives lo que mueres, ¿qué te apuntas?
Si mueres lo que vives, ¿por qué celas?
Marchan ciegas las dos, sordas y juntas.

lunes, 13 de julio de 2009

José Carlos Becerra




Basta Cerrar Los Labios.

Basta morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado.

Deja que la mano sea como un guante
que usa el corazón para tocar el brazo
o el alba de una novia entristecida.
Deja que la mano sea como un campo
donde el aire trasciende como humedad de pelo.
El otoño se despierta en mi pecho y se sacude las plumas
como pájaro caído fuera de la redondez de su canto.
El otoño se desbanda por mi pecho
como un viento veteado de árboles.

¿Quién me pone en los labios
un color de palabras donde se siente el peso de la noche?

A veces hay algo en las palabras que se dicen,
en aquellas que llevan del labio ansiosa vida,
aquellas que sollozan el paisaje
y respiran la cal de otra garganta;
que es como ponerse de codos a pensar
sobre el pretil de una tristeza antigua.

Hay playas
donde la mar resuena como carne,
como el golpe de un cuerpo que de pronto ha llorado.
Hay lagunas y juncos, estuarios
donde amarran los peces su oceanía desmedida,
y hay ríos donde la tierra llega al mar
insepulta en sus sueños imposibles.

Sufro. Sufro de esa moneda
que redondea a la mano inútilmente.
Sufro como un sentir pequeña espina
en la mirada fija de las lágrimas.
Sufro la cañamiel de una canción muy tonta.
Sufro el esparcimiento de una muerte insepulta.
Sufro la profundidad de los ríos
donde la noche tienta a los ahogados.

Paso los ojos
por la luz poco oída de una estrella.
Paso los labios por las palabras de un día,
donde el silencio crece como yedra.

Para morir, para cesar los labios
para olvidar de pronto la forma de la tierra
y salir para siempre de la asunción del mar;
no es necesario el traje de los condenados
ni la ceniza de los aturdidos.
No es necesaria la cama de los enfermos
ni el campo de batalla ya después, en silencio.

Basta un anuncio de hojas de afeitar,
basta la prosperidad de un gerente,
basta un tranvía equivocado.

Es arrojada la noche a la costa de nuestro pecho
por un oleaje de luces.
Hay un poco de acero turbado en una mano.
Hay un niño sin ojos moviéndose en los ojos

Entonces ¿cómo tomar la luna?
¿Con qué mano o qué lágrima
tocar la luz donde los labios ceden a la noche?

La respiración suena como pisar hojas secas.
El bosque es tan profundo que las manos no se encuentran.
Puedo silbar para espantar mi miendo,
para que me oigas yacer en un claro del bosque
cuando en realidad sólo hay claro en tus ojos.

Palabras y miradas transbordando ataúdes.
De ataúdes de niños
a negros ataúdes con barbas de abuelo.

A veces la noche
crece como la barba de un dios desconocido.

Cerrar los labios es quedarse a solas.
Puedes mover el frío entre tus dientes.
Puedes ver en un cuello la pasión de la tarde.
La mano puede confiarse al frío sin darse cuenta.

martes, 7 de julio de 2009

MIGUEL OSCAR MENASSA.

EL VERDADERO VIAJE.


¡Cuidado!
¡Cuidado!
¡Cuidado!

estamos a punto de naufragar.

Os habéis creído,

que en trasatlántico poderoso navegábamos

y sin embargo os digo:

mi vida es una pequeña balsa enamorada.

Veo surgir, es cierto, entre las sombras,

una luz que nadie apagará.

Formada de versos y perfumes como vientos insondables,

como una catarata de carne abandonada,

que por fin encuentra su reinado.

Reinado de nubes,

de antiguas fragancias y de fragancias inconcebibles.

Pequeñas balsas enamoradas siempre a punto de naufragar.

Por ahora, toda pasión será remar,

hasta alcanzar el poema en ese movimiento.

Después, algún día, tendréis,

en vuestra pequeña balsa enamorada vuestros grandes amores.

Remad, hasta quedar sin fuerzas y ahí, comprenderéis el motivo de mi pasión.

Iremos por los más bellos ríos y con el tiempo,

nos animaremos a los grandes océanos,

a la belleza de las borrascas plenas en el mar

y siempre, iremos temerosos de desaparecer,

pequeños, en esa inmensidad que nos rodea.

Saber nadar o ser grandiosos, no servirá de nada,

para llegar, tendremos que mantener la balsa a flote

y nosotros mantenernos encima de la balsa.

Eso, todo el misterio.

Un día la balsa se partirá en mil fragmentos

y cada uno,

tendrá que aprender a sostenerse en pequeños maderos.

Si es posible el poema es posible la vida.

Remad, agonizad remando,

hasta sentir que solo es imposible.

Quedad sin fuerzas,

mirad cómo otros reman y yo mismo remo,

con las manos ensangrentadas por el esfuerzo,

sin descansar, hasta encontrar en ese movimiento el poema.

Y cada uno tendrá su pequeña balsa enamorada.

Dueño de su vida y de su muerte,

puede tenderse en la balsa para siempre,

no remar más y dejar que las aguas lo lleven por doquier.

Y algún otro, remando desesperadamente, al verlo,

escribirá un poema.

Remar en cualquier dirección tampoco sirve.

La tierra que promete la poesía siempre es la misma.

Se llega o no se llega.

Ella necesita reyes, centauros,

sólo se deja sembrar por revolucionarios y fanáticos,

por hombres que en su tierra,

construyen su casa y su familia, sus grandes ilusiones.

El que repita lo hecho jamás la encontrará.

Remad para llegar a esa tierra como nadie ha remado

y os serán ofrecidos a vuestra llegada,

manjares que no fueron ofrecidos a nadie.

Y en las noches de desilusión,

cuando nada es posible en esa oscuridad,

pedid a los mayores que os cuenten,

de los grandes navegantes, sus antiguas hazañas,

en pequeños barquitos de papel.

Cada trecho recorrido tendrá sus peligros.

Nada será fácil para el poeta.

Vendrá el amor y habrá que enamorarse,

hasta sentir en la carne el último dolor.

Y al llegar a ese lugar,

habrá que enamorarse todavía más,

hasta sentir que la carne temblando es un poema.

Y así llegará la inolvidable noche, el día,

donde por un instante esa pasión será la poesía.

Frente a la duda no dejar de remar.

Tomar en nuestros brazos,

fortalecidos como garras por la crueldad del ejercicio,

a la persona amada y seguir remando,

si es necesario con los dientes.

Con el tiempo ella, también, hará ejercicio con nosotros.

Después de a dos, de a tres, de a todos,

rota la inmensidad de lo único,

vendrá la muerte.

Y no valdrá ninguna valentía,

porque ella se jacta de haber matado,

a todos los valientes en el primer encuentro.

Y tampoco valdrá ninguna cobardía,

porque ella mata todo lo que huye.

Para encontrarse con la muerte, se necesita,

haber aprendido algo del amor:

Ni huir. Ni arremeter contra nada.

Aprender a conversar tranquilamente,eso enseña el amor.

Cuando ella se acerque y venga por nosotros,

con su mirada inmensa como ella misma es inmensa,

dejarla acercar hasta que escuche,

nuestra respiración entrecortada por el encuentro.

Y ella, enternecida como es su costumbre,

nos tenderá la mano,

para que acompañemos a vuestra majestad,

al inmutable reino del silencio.

Ahí, cuando entregarse es lo más fácil, mirarla,

-en los ojos la inmensidad que le pertenece-

y decirle entre dientes:

Amada muerte, mi enamorada,

escribiré tu nombre en todas las paredes,

besaré sin temor tus labios,

como nunca ningún hombre lo ha hecho y te amaré,

verás, entre la sangre,

en las grandes catástrofes y también, te amaré,

cuando un blanco capullo reine en tu corazón.

La gran emoción que recorre su gran manto negro,

por encontrarse de golpe en un poema,

hace de la muerte una mujer.

Ella también terminará remando tranquilamente hasta la orilla

y compartirá mi pan y mis amores

y volará por las noches para cobijar en su seno,

a los que ya dejaron de remar y volverá,

para encontrarse conmigo y contarme sus hazañas.

Como si cada vez fuera la primera,

volveré a respirar como respiran los atletas

y por haberlo aprendido de ella,

la miraré enternecidoy le diré:

Mi muerte enamorada y ella,

será feliz.

Después hay que seguir remando.

Ya nos preguntarán y nosotros diremos:

hemos estado con el amor

y hemos estado, también, con la muerte.

Al principio no nos creerán,

dirán que para el hombre es imposible.

Nos pedirán pruebas,

nosotros les mostraremos como si les mostrásemos el cielo,

algunos poemas y conseguiremos con ese gesto,

que llegue hasta nosotros el tiempo de la burla.

Grandes embarcaciones que nada buscan,

-porque creen tener-pasarán una y otra vez a nuestro lado,

tratando de hundir con sus juegos,

nuestra pequeña balsa enamorada.

Nos llamarán desde sus lujosas embarcaciones,

con los nombres con los que se nombran los desperdicios.

Poetas. Locos. Asesinos.

Y en la algarabía estúpida de sus juegos,

todo será posible.

Nos tirarán algunas piedras

y se dirán,

nada los ofende y enfurecidos,

nos gritarán: Pelead ¡cobardes! defendeos.

Y después de mil veces y otras mil,

con los ojos desorbitados por el cansancio

y también por la sorpresa de ver,

nuestra pequeña balsa enamorada siguiendo su camino

y nosotros, tranquilamente, sobre ella, remando.

Después de haber atravesado ilesos el camino de la burla,

vendrá, os aseguro, el tiempo del oro.

Ellos, aburridos de sus propias risas,

querrán jugar a nuestro juego.

¿Cuánto cuesta esa madera a punto de pudrirse

que usáis de embarcación? y ¿cuánto vuestra vida?

¿cuánto esas viejas cartas de navegación?

y ¿cuánto esos poemas?

Cuestan, señor, lo que le cuesta a un hombre,

dejar de pertenecerse y entregarse al poema.

¿cuánto dinero cuesta eso?

Todo y ninguno.

tal vez su propia vida, acaso.

¿cuánto dinero cuesta mi vida, entonces?

Todo y ninguno. Su vida son palabras como todas las vida

y eso, tengo entendido, vale nada.

y ¿cuánto dinero cuesta pensar así?

Todo y ninguno. Más bien hay que sumergirse,

remar y no esperar nada.

Eso cuesta.

Sumergirse y no esperar nada, en las tinieblas,

hacia otra oscuridad mayor, el poema.

Una vez enamorados el amor y la muerte

y rechazados el oro y la burla por impuros,

vendrá y de ninguna parte,

-porque ella vivió siempre en nosotros-la locura.

El peor de todos los estrechos,

surge imprevista,

por ser ley de su destino, la sorpresa.

Y no viene por ninguna pelea,

porque trae el deseo de trabar amistad con el poeta.

Y cuando llega nos dice entre susurros,

que su mundo y el mundo de la poesía,

son el mismo mundo.

Frente a la duda hay que seguir remando.

Informe, se deja moldear por nuestras palabras,

y al tiempo ella, también, tiene su grandeza.

Yo soy del amor, nos dice, ese desenfreno

y la pasión eterna de la muerte.

Tengo por costumbre despreciar el oro,

y sin embargo,

las ansias por matar que generan sus leyes,

están intoxicadas de locura.

Ahí, ella y la poesía se parecen.

A instantes de juntarse en nuestra mirada,

como si fuesen una sola cosa,

la poesía, vieja loba de mar,

rema un trecho con nosotros para mostrarnos,

que la locura, desde que llegó,

permanece en el mismo rincón de la pequeña balsa,

sin remar, recordando todo el tiempo su pasado.

Contentos de haber comprendido la diferencia,

encerramos a la locura en un poema

y seguimos remando hasta que un día,

convencidos de su torpeza para la navegación,

se la entregamos al amor y a la muerte,

para que la locura, aprenda a volar.












tomado de;
http://lacomunidad.elpais.com/lafabricadepoetas/category/poemas-miguel-oscar-menassa